11 de diciembre de 2008

LA MANO QUE MECE LA CUNA


Desde hace varios días desayunamos con la crónica y las imágenes de los violentos disturbios en Atenas, provocados como consecuencia de la muerte del joven Alexander Grigoropulos. Al parecer, el joven murió de un disparo efectuado por un policía, aunque todavía no esta muy claro si de forma accidental o intencionadamente, algo que tendrá que esclarecer la investigación en curso. Lo que si parece más claro, al menos según la versión dada por las autoridades, es que el joven se encontraba entre un grupo de encapuchados, que trataba de agredir con cócteles molotov al vehículo de la policía desde donde se efectuó el disparo. En cualquier caso, de lo que no cabe duda es que es lamentable que se haya producido esta muerte y que la justicia griega deberá esclarecer los hechos, establecer las correspondientes responsabilidades y, en su caso, aplicar la ley a quien corresponda.

A partir de ahí y de las comprensibles manifestaciones para pedir que se esclarezcan los hechos, estamos asistiendo a una escalada de violencia sin ningún tipo de justificación. Una escalada de violencia alentada, según se informa, por grupos anti-sistema y cuyas consecuencias a día de hoy son casi 500 comercios destruidos y/o saqueados, numeroso mobiliario urbano destrozado, decenas de heridos y más de 200 millones de Euros en pérdidas, sólamente en Atenas.

Eso hasta ayer; porque esta mañana la noticia era que las acciones violentas se han empezado a reproducir en Madrid y Barcelona, con comisarías asaltadas y destrozadas, mobiliario urbano y cajeros incendiados y numerosos enfrentamientos con la policía. Grupos de radicales, clamando por la muerte del joven Alexander y culpando de ella a los gobiernos y a la policía... a todos los gobiernos y a todas las policías.


Al margen de estar juzgando un hecho que todavía no ha sido esclarecido por la justicia y de haber declarado culpables a gobiernos o policías que no tienen, en cualquier caso y sin lugar a dudas, nada que ver en este asunto, permitidme que dude profundamente que a cualquiera de los energúmenos que salían ayer en las imágenes de Madrid o Barcelona, le importe lo más mínimo la muerte de Alexander. En realidad, también dudo que ni siquiera les importe a los energúmenos de Grecia la muerte de su paisano.


En general, a este tipo de vándalos -da igual su nacionalidad- les importa poco nada de lo que normalmente ocurre a su alrededor, como demuestran de contínuo con sus acciones. Aprovechan cualquier excusa para destrozar, saquear y agredir, importándoles muy poco o nada la estela de destrucción que dejan a su paso y los cientos de afectados. Y quieren vendernos la idea de que son pacifistas y solidarios... ¡ja!


Si asi fuera, no entiendo -por ejemplo- cómo nunca se manifiestan o cometen sus actos vandálicos cuando muere alguien asesinado por ETA. Hace muy pocos días tuvieron una oportunidad más de salir a gritar a la calle y en este caso, sin necesidad de tener que esperar a que la justicia esclarezca los hechos, puesto que no hay duda de que éste si se trata de un asesinato en toda regla, con toda la premeditación y alevosía. Un asesinato de una persona inocente, que se dirigía a jugar una partida de cartas y cuya única falta ha sido la de ser empresario en una región sin libertad.


Podrían, estas escuadras de energúmenos, haber entonces asaltado las sedes de ANV, las herrikotabernas o haberle ido a exigir al Gobierno Vasco mayor claridad, definición y contundencia a la hora de afrontar este gravísimo problema. También, podrían haberle exigido al Gobierno Central y al Presidente Zapatero que jamás volvieran a negociar con ETA y que pusieran todos los medios disponibles al servicio de un solo objetivo: meter en la carcel a toda esta jentuza. Podrían haber apedreado las ventanas de los ayuntamientos en los que gobierna ANV, haber insultado a sus alcaldes o haber lanzado cócteles molotov contra las cárceles que albergan a los asesinos de ETA, para tratar de lincharlos. Y sin embargo, allí, como de costumbre, no estaban ellos; ninguno de estos energúmenos salió probablemente ese día a la calle, ni tan siquiera a manifestarse cívicamente y sin violencia, que es lo que deberían de hacer en cualquiera de los casos. Además, de esa forma no necesitarían gastar tanto dinero en capuchas y pasamontañas.


Cuando un verdadero inocente cae asesinado, estas hordas de enmascarados y violentos no aparecen por ningún lado... ¿donde estában cuando murió Isaías Carrasco, Juan Manuel Piñuel, Luís Conde o Ignacio Uría?... ¿donde estában cuando han muerto cualquiera de las 943 víctimas de ETA?... ¿dónde estaban en el 11-S, en el 11-M o cuando lo de la T4?... ¿De verdad les preocupa la muerte de un inocente?; ¿de verdad toda esa violencia es rabia incontenida por que se ha cometido una injusticia?; ¿de verdad son sentimientos solidarios los que mueven a esos grupos?... Lo dije antes y lo digo ahora: ¡JA!


Pocas personas hay en este mundo más indignas que aquellos que promueven la violencia desde la oscuridad; que aquellos que fomentan el odio desde las sombras; que aquellos que zarandean y agitan nuestra libertad; que aquellos que desestabilizan sociedades desde sus despachos. Detrás de estas manifestaciones hay algo más; hay una mano que mece la cuna, para que la sociedad siga durmiendo mecida por la mentira y los susurros de odio disfrazados de nanas. Deberíamos abrir los ojos y despertar. Deberíamos abrir los ojos y descubrir quién es esa mano que mece nuestra cuna.

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