22 de octubre de 2010

POLITICOS CON MINIMOS: PRIMER PASO HACIA LA EXCELENCIA

"  Para hacer política sana y justa no basta conocer a los hombres; es necesario también amarlos" .
Arturo Graf


En España, para despachar comida en cualquier establecimiento te piden el carnet de manipulador de alimentos; para llevar a unos niños al campo, el título de monitor de tiempo libre; el bachillerato para la mayoría de los puestos públicos; un examen para acceder a la universidad; nadie conduce, pilota o navega sin licencia; para pescar una trucha necesitas un permiso; no puedes matar un conejo sin haber superado un test psicotécnico y difícilmente entras en una empresa sin un mínimo currículo. Lo sorprendente es que para ser diputado, ministro o presidente del Gobierno apenas se exija nada.

Así, de acuerdo con la Ley 50 de 1997, “Para ser miembro del Gobierno se requiere ser español, mayor de edad, disfrutar de los derechos de sufragio activo y pasivo, así como no estar inhabilitado para ejercer empleo o cargo público por sentencia judicial firme”. Y nada más. ¿A cuántos empleos públicos o privados, se podría aspirar únicamente con esos requisitos? ¿Quién aceptaría que un puesto de responsabilidad estuviera en manos de alguien al que no se le exige una mínima cualificación, formación, capacidad o experiencia?


15 de octubre de 2010

ABUCHEOS EN EL 12/O: NOS PIERDEN LAS FORMAS

"Como en las deudas, no cabe con las culpas otra honradez que pagarlas". Jacinto Benavente.

Me sorprende que alguien diga que los abucheos a Zapatero durante las celebraciones del pasado 12 de octubre, estaban fuera de lugar. Sin duda, se deberían haber evitado durante el himno a los caídos, pero al margen de ello, lo ocurrido no sólo fue muestra de un grandísimo civismo, sino de nuestra más inveterada mansedumbre. Lo que realmente piden -casi exigen- las circunstancias, es sacar a patadas de La Moncloa a nuestro indigno presidente. Lo que pasa es que, a los españoles, nos pierden las formas.

Por descontado, en condiciones normales, no se debería abuchear a nadie en un acto público; suelen existir otros cauces para expresar nuestra disconformidad con las personas allí presentes. Además, la educación y las formas, siempre importantes, hay que procurar mantenerlas en todo momento, especialmente cuando se trata de actos oficiales o públicos y, en general, en todas aquellas situaciones o acontecimientos de cierta trascendencia.

Con todo, bajo determinadas circunstancias, lo incorrecto puede llegar a adquirir un cierto grado de compostura, o incluso llegar a ser algo razonable y hasta absolutamente pertinente, pues lo que llamaría la atención sería precisamente no hacerlo.

En el fondo, de lo que estamos hablando es de naturalidad y comportamientos espontáneos, que es lo que normalmente establece la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo pertinente y lo impertinente. De esta forma, cuando el abucheado carece de valores, no se equivoca de buena fe, miente reiteradamente, legisla, decreta y actúa movido por intereses meramente partidistas, parciales, desde el más absoluto egoísmo y con total irresponsabilidad, los abucheos -incluso bajo cualquier circunstancia que propicie la oportunidad-, no sólo son lógicos, sino que además son pertinentes y hasta obligados. Lo impropio hubiera sido lo contrario.