3 de marzo de 2010

BORREGOS PARA UN CENCERRO

Cada vez se hacen más patentes los peligros del camino por el que se empeña en transitar la dictadura camuflada en la que vivimos, impulsada desde el Gobierno. No sólo niegan todo aquello que se aparta de su doctrina, sino que únicamente es aceptable o tolerable su postura: el resto de las opciones políticas o corrientes de pensamiento, son poco menos que antidemocráticas y en todo caso repudiables, atacando con especial virulencia cualquier opción disidente o crítica hacia ellos. Su principal objetivo –prácticamente el único que persiguen-, es el de perpetuarse en el poder, por más que ello implique la destrucción de nuestro estado, de la cultura, de la economía o de los valores más elementales. Todo pasa a convertirse en moneda de cambio: desde la justicia, que debería ser ejemplo de imparcialidad y el pilar central sobre el que se erige nuestra sociedad y la cuál no dudan en tratar de manipular, hasta el propio territorio del estado, el cuál están dispuestos a trocear, si de ello pueden obtener alguna ventaja electoral. Pasan por encima de miles de hogares rotos por el paro y la deplorable gestión de nuestra economía. Incluso pasan por encima de las vidas de esas casi mil personas asesinadas por ETA, que tampoco dudan en utilizar como objeto de intercambio. Nada importa y todo es posible con tal de mantenerse en el poder.