24 de febrero de 2007

¿INDIGNO O INDIGNADO?

Aún considerando notables excepciones y dando por sentado que las generalizaciones son siempre arriesgadas, no puede ignorarse que nuestra sociedad está siendo dirigida en muchos casos por personas indignas: indignas de su posición social, del cargo que ocupan, de su nivel de responsabilidad, de su facultad para legislar o juzgar. Indignas para decidir sobre nuestro futuro y el de las futuras generaciones. Indignas de ser nuestros representantes en el senado, en el parlamento, en los ayuntamientos o en las instituciones y organismos internacionales más importantes. Indignas, en definitiva, de dirigir el destino de una sociedad que, sin duda, merece algo mejor.

Esta abundancia de dirigentes indignos ha creado a su alrededor un caldo de cultivo idóneo, en donde proliferan verdaderos enjambres de empresarios especuladores, "profesionales" iletrados, arrimadizos de diferente condición, banqueros usureros y nuevo-ricos consumistas, carentes de escrúpulos, ávidos de poder y riqueza… tan indignos y miserables como ellos.

Es difícil pensar que en un mundo gobernado por personas de tan baja catadura ética y moral pueda abrirse paso la justicia, la tolerancia, el respeto y el amor hacia los demás o algo tan sencillo como el sentido común. Desde la cultura, que es la base de nuestra libertad, hasta los valores más elementales, todo pasa a ser fungible y desechable, si ello supone algún impedimento a la hora de alcanzar las metas más abyectas y egoístas de quienes ostentan el poder. Nada les detiene y todo pasa a ser moneda de cambio; no dudarán en fragmentar y en enfrentar a toda una sociedad, o en hipotecar nuestro futuro y el de nuestros hijos, si con ello pueden conseguir unos cuantos miles de euros más para sus bolsillos, o los votos necesarios para perpetuarse en el poder. Viven el momento y viven del momento. El futuro queda muy lejos… y no les importa que al final también sea inalcanzable para los demás.

Son seres indignos que están convirtiendo nuestro mundo en algo indigno.

Pero no nos engañemos: todos formamos parte de esta indignidad. Con nuestro silencio, con nuestra falta de respuesta, con nuestra molicie, con nuestra pereza, todos somos cómplices de esta indignidad. Si callamos ante lo que esta ocurriendo a nuestro alrededor somos tan indignos como ellos; si miramos hacia otro lado somos tan indignos como ellos, si nos conformamos con vivir la ficción del nihilismo somos tan indignos como ellos; si nos ha dejado de preocupar el futuro de nuestros hijos somos tan indignos como ellos; si dejamos morir la cultura somos tan indignos como ellos; si matamos la libertad somos tan indignos como ellos; si renunciamos a nuestros valores somos tan indignos como ellos.

Yo prefiero luchar; quiero luchar. Luchar por aquello en lo que creo; luchar por un mundo mejor y una sociedad más justa; luchar por que sigan existiendo espacios naturales, por una vida digna o por el respeto hacia los demás. Luchar para que mis hijos tengan un futuro y si es posible, mejor que el presente. Luchar porque no se olvide nuestro pasado y aprender de él. Luchar por todo aquello por lo que merece la pena luchar.

No quiero ser cómplice de toda esa indignidad, de toda esa “indignitas”; prefiero que me tachen de indignado antes que de indigno. Y sobre todo, por encima de todo, quiero seguir los dictados de mi corazón y de mi conciencia… porque pocas cosas hay en el mundo más dignas que ser consecuente con aquello en lo que uno cree.

Ojala cada día seamos más los indignados y menos los indignos.

Y tu… ¿eres indigno o estas indignado?...

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