25 de febrero de 2007

PRESENTACION DE IRATUS

Iratus –es un pseudónimo, claro- nació y vive en Madrid, la capital de España, un estado supuestamente moderno y desarrollado. Vino al mundo en el año 1967, en el seno de una familia acomodada, cuyo mayor legado ha sido una buena formación, especialmente en algunos de los aspectos más humanos y relevantes de la vida.

Aunque desde muy pequeño tuvo la oportunidad de disfrutar de un ambiente familiar que podría considerarse "normal" y en alguna medida, pudo disfrutar del lujo, el refinamiento y la exclusividad que otorgan el dinero o, más propiamente, los últimos retazos de herencias mal gestionadas, no pasaron muchos años hasta que la vida comenzó a levantar la voz. Como la mayoría de las personas, ha sufrido, ha llorado y ha pasado noches enteras sin dormir, pero también tuvo que bajar a la arena cuando apenas era un niño y quizás por ello dejó de serlo antes que la inmensa mayoría de sus amigos. Con el paso de los años, todo eso es algo que también agradece a la vida, porque sin ese duro proceso de aprendizaje no sería quien es hoy en día.

En la actualidad no tiene grandes problemas -no más de lo normal en estos casos- y en muchos aspectos puede sentirse afortunado: comparte su vida con una magnífica mujer, tiene dos hijos maravillosos y vive moderadamente bien, por más que a veces le cueste llegar a fin de mes. Ya ha plantado más de un árbol… y algún día espera escribir un libro. Uno bueno.

Sin embargo, Iratus cree que algo esta fallando en nuestra sociedad, que algo no funciona bien. Quizás por conocer de cerca lo que es el sufrimiento, él siempre ha sido una persona inquieta y sensible ante los problemas de los demás y ante los del mundo en el que habita; incluso aquellos que no le afectan de forma tan directa. Y no puede evitar ser consciente de la degradación del ser humano, abandonado en manos de unos dirigentes indignos, que día a día están sumiendo a nuestra sociedad en una nueva era de oscurantismo y barbarie. Una nueva edad media deshumanizada, en donde el dinero, los bienes materiales y el poder se han convertido en la nueva trinidad, en la religión mayoritaria y en la razón de ser de una inmensa proporción de seres humanos. Una época de frialdad, de ignominia, de pérdida de valores elementales, en donde el materialismo sin límites inunda todas y cada una de las facetas de nuestras vidas y en donde el ser humano cada día lo es menos.

Por eso, además de dirigir una pequeña empresa, disfrutar de su familia, o escaparse de vez en cuando a navegar, o a embarrarse montado sobre una moto, también le gusta dedicar una pequeña parte de su tiempo a tratar de aportar su granito de arena; quiere un mundo mejor para sus hijos y esta dispuesto a luchar por ello.

En su día anduvo metido en política –dónde, es lo de menos- y llegó a tener un cargo menor, aunque ciertamente importante para una persona de su edad. Sin embargo, pronto aprendió que aquello era cualquier cosa menos lo que él –romántico, sensible, apasionado e ingenuo- pensaba que era la política. Aquello era una escuela de hienas de la cuál no quiso formar parte, en donde para llegar a ser alguien se tenía que renunciar a una buena dosis de principios, algo que nunca quiso aceptar. Se batió el cobre con ilusión, luchó por lo que creía y finalmente abandonó la política. Allí también descubrió lo que era una zancadilla en toda regla… de alguien querido y cercano. Claro, que ese si que era un verdadero político; un iletrado, un arribista, un “abrazafarolas” –término que inexplicablemente aún no consta en el diccionario de la RAE-, un auténtico indigno, que con el tiempo llegó a concejal, luego a alcalde y ahora, según parece, oculta sus vergüenzas por algún asunto inmobiliario poco transparente, que le hizo renunciar al cargo. Claro; de casta le venía al galgo.

Inquieto y siempre interesado por encontrar respuestas y descubrir la realidad del mundo en el que habita, Iratus ha conseguido, a lo largo de su vida, pasar por alguna experiencia interesante e incluso algunas algo atípicas, reservadas casi exclusivamente para espíritus inquietos o para los buscadores de pasiones.

Nunca ha sido un gran navegante, pero ha circunnavegado la Península Ibérica y realizado cruceros a vela por medio Mediterráneo, recorriendo las costas de nuestras islas, Croacia, Grecia y Turquía; ha surcado las aguas del Atlántico hasta las Canarias y Madeira en varias ocasiones… Más de 35.000 millas náuticas en total. Sabe, por lo tanto, lo que son las guardias en cubierta, pasar frío en soledad o descubrir la serenidad y la felicidad en la inmensidad de la noche atlántica. Eso, también forma parte del mar... de la belleza del mar.

Igualmente, no ha sido nunca un gran viajero, pero casi siempre que ha viajado ha querido vivir de cerca la realidad del país que visitaba: conocer a sus habitantes, descubrir su historia, su modo de vida, su cultura… cosas que rara vez se encuentran en los grandes hoteles de lujo, en los centros de las grandes ciudades o en las zonas más turísticas.

Tal vez por eso consiguió perderse en Panamá durante casi tres meses, allá por el año 96, llegando hasta islas deshabitadas en el Archipiélago de Las Perlas o remontando en cayuco los ríos Teribe y Cricamola. De ese viaje nunca olvidará el primer encuentro con los teribes y la otra dimensión de sus problemas, los baños en las aguas color chocolate del río Cricamola junto a los niños Gnobe de la misión de Canquintu, las “conversas” a la luz de una guaricha con el Padre Paco o el Padre Roberto –¡qué dignísimos representantes de la raza humana!- y el olor de la selva.

Siempre inquieto, Iratus también consiguió hacer de su viaje de novios una experiencia diferente. Se fue a Kenia, pero antes de alojarse en un lujoso resort del Masai Mara, consiguió “engañar” a su mujer y a aquella otra entrañable mujer piloto, la primera que lo fue en Kenia, para sobrevolar en avioneta la mitad del país y llegar hasta el lago Turkana, junto a las fronteras de Etiopía y Sudan, y una de las zonas más miserables, violentas, peligrosas… y humanas, de nuestro planeta. Allí, de la mano de AMREF, pudo visitar varias comunidades indígenas y conocer de cerca la dureza de las condiciones de vida de millones de personas –la gran mayoría de los habitantes de nuestro planeta-. Allí también fotografió la muerte como un turista y más tarde se sintió indigno por hacerlo; quizás por ello recibió su justo castigo, perdiendo dos terceras partes del material fotográfico que traía de aquel viaje.

Apenas un año más tarde, pasaba –sin buscarlo y sin merecerlo- por la que hasta ahora ha sido la experiencia más intensa y difícil de su vida: una semana preso en una cárcel turca. Una verdadera tragicomedia, salida de las entrañas del absurdo y el surrealismo. En cualquier caso, una intensa experiencia vital y humana, privilegiada e irrepetible. La historia tuvo un final feliz, fundamentalmente gracias a todas aquellas personas –familia, amigos y desconocidos-, que creyeron en él, apostaron por su dignidad y lucharon para traerle de regreso a casa, apenas unas horas antes de que naciera su primer hijo. A ellos les estará eternamente agradecido… y también a la vida, por haberle dado la oportunidad de pasar por la profunda y sobrecogedora experiencia humana que ello supuso. Quizás en algún otro momento nos cuente algo más sobre esto; es una bonita historia.

Además de algunos de corte "más típico", completan sus viajes por el mundo los que últimamente ha realizado a lomos de una moto por nuestros países vecinos, Portugal y Marruecos. En este último ha recorrido algunas de las zonas más profundas e inhóspitas del país, esas que rara vez salen en las guías turísticas: desde las pequeñas poblaciones del Atlas, hasta las estribaciones del Sahara, la frontera con Argelia y las costas de Tan Tan. Viajes duros, en su mayor parte por pistas de piedras y arena, que permiten entrar en contacto con la grandeza de otro continente y con la inmensidad de otras culturas. Como en las guardias en solitario sobre la cubierta de un barco, en la soledad de una moto –a pesar de ir normalmente en grupo- también es posible estar con uno mismo. Y es que en general los hombres pasan poco tiempo acompañados por su soledad y rara vez escuchan lo que todo ese silencio tiene que decirles… deberían quedarse solos más a menudo.


Dunas de Chegaga (Marruecos). Abril 2007

Ahora a sus 40 años, Iratus ha decidido volver al frente, o al menos a la lucha de guerrillas. Quizás asaltará con la pluma algún convoy de politicuchos, o le dará cuatro patadas verbales a algún indecente y se echará al monte para restañar sus heridas junto a los seres queridos, compartir una comida con un buen amigo o simplemente para volver a ser un hombre más… navegará o se llenará de barro, pero procurará no ser indigno, ni cómplice de la indignidad. Quiere mirar ahora y siempre a sus hijos a la cara y sobre todo, ser consecuente con ese corazón y esa conciencia que siempre le han guiado… por más que en algún momento su luz se haya podido ocultar, pues como cualquier ser humano, en él cohabitan las pasiones más oscuras, junto a los destellos más brillantes.

Tal vez por eso –al menos de momento- su verdadero nombre sea lo de menos; tan sólo es un ser humano más, un ciudadano cabreado e indignado, pero sobre todo, alguien que no quiere ser indigno, ni cómplice de toda esa indignidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Antes de nada, ahora me explico esta afición a meterse en berenjenales sin ropa interior adecuada y que Iratus pretenda sin descanso estar acompañado de sus amigos en esas guardias de mar, en esos ríos infantiles, en esa celda de angustia.
Por el lado que he dejado libre, el norte, apunta una personalidad admirable que me honra si me tiene por amigo.
Mi enhorabuena y mis mejores deseos en esta singladura.
Un fuerte abrazo,

lce