3 de marzo de 2010

BORREGOS PARA UN CENCERRO

Cada vez se hacen más patentes los peligros del camino por el que se empeña en transitar la dictadura camuflada en la que vivimos, impulsada desde el Gobierno. No sólo niegan todo aquello que se aparta de su doctrina, sino que únicamente es aceptable o tolerable su postura: el resto de las opciones políticas o corrientes de pensamiento, son poco menos que antidemocráticas y en todo caso repudiables, atacando con especial virulencia cualquier opción disidente o crítica hacia ellos. Su principal objetivo –prácticamente el único que persiguen-, es el de perpetuarse en el poder, por más que ello implique la destrucción de nuestro estado, de la cultura, de la economía o de los valores más elementales. Todo pasa a convertirse en moneda de cambio: desde la justicia, que debería ser ejemplo de imparcialidad y el pilar central sobre el que se erige nuestra sociedad y la cuál no dudan en tratar de manipular, hasta el propio territorio del estado, el cuál están dispuestos a trocear, si de ello pueden obtener alguna ventaja electoral. Pasan por encima de miles de hogares rotos por el paro y la deplorable gestión de nuestra economía. Incluso pasan por encima de las vidas de esas casi mil personas asesinadas por ETA, que tampoco dudan en utilizar como objeto de intercambio. Nada importa y todo es posible con tal de mantenerse en el poder.

Para esta nueva tiranía del siglo XXI, los valores no existen o son intercambiables o modificables en función de las estadísticas y la intención de voto. El estado interfiere e interviene en todos los ámbitos de nuestra existencia, regulando hasta el paroxismo no sólo nuestra vida en sociedad, sino tratando de orientar nuestras creencias religiosas -en general para alejarnos de la religión católica y el cristianismo, que no son si no la base de toda nuestra cultura-, de influir en la educación que damos a nuestros hijos y en general de infiltrar su doctrina en todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida.

Acompasadas e impulsadas por algunos medios de comunicación, entre los que la televisión juega un papel destacado y en general difundidas por los apesebrados del poder, la relatividad, la infra cultura, la inmoralidad, la intolerancia, la mediocridad, la indiferencia y la desidia se van abriendo paso en nuestra sociedad y terminan por instalarse en nuestras vidas, hasta convertirse en los nuevos valores de referencia. Todo ello aderezado desde la exaltación de un individualismo egocéntrico, al que se confunde con el desarrollo personal, el crecimiento interior y la evolución como seres humanos y sobre el que se impone, para conseguir precisamente todo lo contrario: la atrofia de nuestras facultades y capacidades, anulación del juicio crítico y una involución en nuestra forma de vida.

Con todo, lo más grave no es el apego al poder o su obsesión por conservarlo, si no la más absoluta carencia de INTELIGENCIA y AMOR –los dos principios elementales que deberían regir el universo- en todo aquello que hacen. Es la ínfima preparación intelectual, la ausencia de sabiduría, la baja catadura moral y el desapego que sienten por sus semejantes. Es su falta de profesionalidad, su incultura y su incapacidad para afrontar desde la responsabilidad, el rigor y la eficacia, la difícil tarea de gobernar y administrar un estado. Todo ello tanto más manifiesto cuanto mayor es la demagogia y la propaganda que despliegan para ocultar esas carencias.

La semilla que están plantando es extremadamente peligrosa. Juega con las reglas más elementales de la existencia y pone en serio riesgo la convivencia y la hasta la viabilidad y el futuro de nuestra sociedad. Una sociedad embrutecida es fácilmente manipulable, pero a medio y largo plazo ese mismo embrutecimiento vuelve incontrolables a los seres humanos y eso los convierte en altamente peligrosos. El día que un borrego salte la valla, el resto de borregos no dudará en saltar detrás… aunque sea al mismísimo abismo. Y cada día hay más borregos en este redil; ahora sólo falta atar un cencerro al cuello de un cabestro que los guíe. Cualquier día aparecerá y los españoles volverán a cometer las peores atrocidades.

Algunos no olvidaremos nunca dónde empezó todo esto y quienes fueron los culpables.

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